jueves, 25 de junio de 2009

La muerte atrapada en sueños.

Caminé ante el umbral de la puerta, dudando si este era el camino a seguir o solo otro sendero al vacio. Oía voces al otro lado que expresaban felicidad, alegría, pero mi cuerpo títere de mí no ofrecía signos de querer traspasar los límites del misterio. Un hombre anciano, de pelo y barba blanca me observaba sentado en un trono de astuta niebla, de niebla somnolienta, de dulce y tonificante niebla que me embelesaba por momentos. El anciano no hablaba, tan solo se limitaba a observarme fijamente, con curiosidad a veces y con hastío el resto del tiempo.
El tiempo en aquel lugar era impreciso, todo aquel lugar lo era. Salvo la puerta, no existía más edificación ni paisajes. El suelo se camuflaba con el entorno y el entorno lo era todo, un todo monótono color gris perla. De no ser por la puerta y el anciano aquello que me rodeaba bien podría ser la nada más absoluta y dudo que mi presencia resaltase en aquel continente absurdo, de hecho, no recuerdo ver mi propio cuerpo en ningún momento aunque la conciencia de seguir siendo yo mismo no me abandonó nunca.
En un momento determinado escuché mi nombre pronunciado por una voz lejana, justo en el instante que una punzada de dolor recorrió mi conciencia humana. Busqué instintivamente al anciano del trono, seguía en el mismo lugar sin dar muestras de querer comunicarse conmigo, ¿Quién había pronunciado mi nombre pues? No lo supe nunca aunque la certeza de quien había sido estuvo siempre dentro de mí.
Reuní poco a poco la presencia de ánimo suficiente para dirigirme al anciano, no sabía si las palabras que escuchaba en mi cerebro serían pronunciadas, tampoco tenía muy claro qué era lo que buscaba de él o si estaba allí para buscar algo, en todo caso me planté en frente suyo, lo observé con atención y aquel hombre anciano de pelo y barba blanca me resultó el ser más familiar que mi memoria alcanzaba a recordar. No pude nunca describirlo y dudo que lo pueda hacer en el futuro, pero sé que una parte de un todo de ese anciano está dentro de mí.
Lo demás sucedió a un ritmo frenético y casi supone una laguna en mi memoria. Sé que mi nombre fue pronunciado repetidas veces y a cada una de ellas sentí el mismo dolor que la primera vez que fue pronunciado. Cuando quise hablar con el anciano mi visión se hizo borrosa y su figura se desvanecía ante mí. No podría precisar si al fin conseguí articular palabra alguna y si él consiguió escucharlas. Mi nombre martilleaba en mis oídos proveniente de un lugar inconcreto y con él el dolor que poco a poco fue modelando de nuevo cada parte de mi cuerpo concienciándome de que aún era humano y mortal.
Pero no me pregunte más doctor, el resto ya lo sabe Ud. Me desperté en el quirófano cuando ya todos me daban por muerto y lo que yo crea o deje de creer no tiene importancia, estoy vivo y eso es lo que importa, además, me gustaría si no le ofende dar por finalizadas estas sesiones que a nada conducen.

Me sentí liberado al dejar las sesiones, la verdad es fruto de muchos árboles y hay para elegir la que más nos guste. Cuando me miro en un espejo no necesito recordar al anciano para describirlo, solo necesito dejar pasar el tiempo para verlo reflejado en mi rostro, por eso sé que estuve allí pero que no en mi hora. La puerta se abrirá a su debido tiempo, mientras tanto, hagamos algo bueno por la vida pues la muerte llega sola.

Mareaxe.

miércoles, 24 de junio de 2009

hola

No estoy muerto, ni desaparecido. Trabajo en la oscuridad, en silencio. En ocasiones se requiere viajar al lugar de partida y ese es ahora mi camino. Pronto dejaré por aquí algunas historias nuevas de este viejo mundo, de momento paciencia, pero estoy, soy y sigo siendo ¿quizás incluso siga existiendo? Detalles sin importancia.

Mareaxe.