Mi nombre, no lo nombres,
Déjalo morir.
Que se apague en el fuego del silencio,
Que se alimenta de tus palabras.
Déjalo que repose en el descanso del olvido,
Y junto a él tus labios que me llamaron.
Pero a tu nombre,
Junto al mío pronunciado,
A ese déjalo vivir,
Pues tu nombre es el primero,
Que con tu voz al mío ha llamado,
Y me hizo dueño de ti.
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