sábado, 24 de enero de 2009

Mi celda

En ocasiones creo que no merece la pena escribir, que es una estupidez. En ocasiones creo que también es una pérdida de tiempo leer, y lo peor de todo es que entre ocasión y ocasión cada vez pasa menos tiempo. En fin, todos estos pensamientos me hacen reflexionar sobre la necesidad de los autores de ser reconocidos por un público, de tener seguidores que les reconozcan y se sientan admiradores de su obra. Yo ya siento vacía mi alma lo suficiente como para dejar de desnudarme ante los demás, ya siento el frío del olvido antes incluso de tener memoria, memoria de almas perdidas en un cuaderno emborronado sin sujeto que lo rescate del silencio.
Ahora quiero ser roca, inmóvil. Quiero ver pasar al viento, esperar al agua que me erosione con dulzura. Que sean otros los inmortales para ser yo su parca. ¡Caronte amigo mío déjame tu puesto! Quiero coleccionar las monedas de una sola cara, la cara que siempre sale cruz.
Me voy, bueno, regresaré hoy antes de haberme ido, regresaré y seré pasado cargado de poesía, o quizás no. Las rocas ya no hablan, el silbato suena y los locos regresamos a nuestras celdas. Ya pueden dormir tranquilos nuestros carcelarios. Esto paso en donde los locos somos los cuerdos, ¿o no?

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