sábado, 14 de febrero de 2009

Para todos los enamorados y para los que no lo estáis

La tarde se le haría pesada, eso seguro. Odiaba más que nunca a su ex mujer, ella que sabía de su animadversión hacia la figura de la profesora Noriega no se le había ocurrido otra cosa que encargarles un trabajo en conjunto sobre las viejas religiones de la tierra, lo había hecho a propósito, no tenía ninguna duda.
Habían quedado a las cinco en la ciber biblioteca municipal, ¡Ojalá que no venga el lorito ese! Se dijo en voz alta sin saber que “el lorito” acababa de llegar y estaba justo a su espalda, ¿decía algo profesor Cánovas? ¡Joder, profesora Noriega, qué susto! ¿No sabe Vd. Llegar sin tanto sigilo, casi me mata del susto? La profesora se le quedó mirando con carita de melón dulce, todos sabían en la facultad que no hacía otra cosa que suspirar por los huesos de Cánovas, pero este, hombre altivo y de buen parecido entre las mujeres solo mostraba una actitud despectiva hacia ella, quizás hoy cambiase todo, era 14 de Febrero, día en que los arcanos celebraban San Valentín, el día de los enamorados, ¿Quién sabe lo que el destino nos depara?
Sin miramientos Ernesto, que así se llama el profesor, se encaminó hacia la puerta del edificio sin importarle lo más mínimo si la señorita Elena, la profesora Noriega, le seguía o no, entró y se colocó rápidamente en el lugar más visible de toda la estancia, algunas miradas escondieron risas burlonas, el bello Cánovas compartiendo su tiempo con la Mujer más recatada y extraña de la facultad, eso daría para muchos comentarios.
Y bueno, ¿Por dónde quiere que empecemos profesor? Preguntó Elena a nuestro desgraciado protagonista mientras ocupaba un lugar enfrente de él. No lo sé, contestó Ernesto secamente, además, todo esto de las religiones arcanas me parece una majadería, un entretenimiento inútil que nos han encargado con no sé qué intenciones, ¿a quién le importa hoy en día lo que nuestros tatarabuelos creían o dejaban de creer? Está demostrado que la humanidad no es obra de ningún ser superior, el profesor Menéndez lo dejó claro hace ochenta años con el descubrimiento de la materia madre, no sé la verdad a qué viene esta pamplina. Elena lo miró con ternura, no escondía sus sentimientos hacia él aún a pesar de las muestras de desprecio que constantemente le regalaba, sabía que el trabajo lo tendría que hacer ella sola pero le reconfortaba que por lo menos Ernesto estuviera allí, a su lado.
Con la excusa de buscar algunos apuntes Ernesto empezó a deambular entre las ciber estanterías, fue así como descubrió que alguien le seguía sus pasos, al principio pensó incluso que Elena lo perseguía con algún fin turbio pero la idea le sonó a risa, aquella mujer que vestía como una señora del siglo XXI y que soportaba estoicamente todas las puyas en contra no le merecía el menor síntoma de peligro, es más, era del todo ridículo sentirse víctima de una persona como ella, pero el caso es que fuese Elena u otra persona alguien le seguía y cada vez notaba más cerca su presencia.
Fue al terminar de recorrer una de las ciber galerías de libros sobre el siglo XX cuando Ernesto lo vio por primera vez y se quedó atónito ante su presencia, sin duda, la infusión de marihuana que se había tomado le estaba haciendo un efecto devastador, no podía ser lo que sus ojos transmitían a su cerebro, allí arriba, sentado sobre un de los paneles informativos, un niño pequeño de no más de cinco años y vestido solamente con una especie de túnica pírrica lo observaba con una carita risueña llena de coloretes color rosa, ¡era imposible! Su imaginación le estaba jugando una mala pasada, se frotó los ojos con violencia pero aquel mocoso seguía allí, con su sonrisita bondadosa. El profesor se dio la media vuelta y sin disimular su aturdimiento se dirigió hacia donde la profesora Noriega se encontraba, al llegar se sentó de golpe haciendo un ruido que no fue indiferente para quienes ocupaban la sala en ese momento, Elena se asustó de ver la cara de muerto que traía el profesor, ¿Qué le pasa, ha visto Vd. Un fantasma? Ernesto se quedó mirando esa cara que tantas veces habían sido objeto de sus chanzas y por primera vez se sintió aliviado de ver esas gafas de culo de botella, esa cara angulada, esa sonrisita tonta, quiso decir algo pero su incredulidad no se lo permitía, allí mismo, al lado de la profesora, ese niñito de cara rolliza le apuntaba directamente con un arma prehistórica, un pequeño arco que le amenazaba con una flecha cuya punta tenía descaradamente la forma de un corazón, quiso huir pero ya era demasiado tarde, el mocoso había disparado y acertado en el blanco.
Ernesto se despertó como de un sueño, creyó recordar que había estado en la ciber biblioteca y que un niño armado con flechas de corazones le perseguía, tardó unos segundos en reconocer que no se hallaba en su habitación, ¿entonces? Miró a su lado y la vio, la profesora Elena estaba tumbada en la cama, desnuda, Ernesto sintió un deseo irrefrenable de despertarla y hacerle el amor, ahora lo recordaba todo, habían pasado la noche juntos en casa de ella, gozando de sus cuerpos con una lujuria que jamás había experimentado con otra mujer, por muy extraño que pareciese la amaba, la deseaba tanto que se preguntaba cómo era que nunca antes se había dado cuenta de su belleza.
Se levantó para ir al aseo, no le hizo falta cubrir su cuerpo con el albornoz que ella le había dejado en una silla, quería que si se despertaba en eses momentos lo viera así, desnudo caminando como un Don Juan que solo tiene ojos para ella, al pasar por el salón vio colgado un cuadro antiquísimo de un pequeño ángel que portaba un arco y una flecha en forma de corazón, recordó que a Elena le encantaban las antigüedades, se acercó para ver la inscripción del óleo y entonces fue cuando comprendió; San Valentín, patrón de los enamorados, escena de Cupido revoloteando entre ninfas del bosque. Levantó la mirada al cuadro y vio como aquel niñito era el mismo que creía recordar de su sueño, ¿entonces….?
Cupido le guiñó un ojo a Ernesto y este supo que lo del día anterior en la ciber biblioteca había sido real, quiso acercarse al cuadro lo suficiente como para depositar un beso en la cara de aquel angelote justo en el momento que los brazos de Elena lo rodeaban por la espalda y era ella quien lo besaba a él, solo le dio tiempo a devolverle el guiño a su nuevo amigo antes de caer en la cama con aquella mujer que no abandonaría hasta el fin de sus días.


Mareaxe.

3 comentarios:

  1. ¡Feliz día de San Valentín, y del Amor!

    Besitos

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  2. Lindísimo, tierno, algo acido al principio. Me atrapó.
    Por las dudas hoy me quedo en mi casa, no sea cosa que a ese demonio se le ocurra hacer punteria en mi blanco.

    Un abrazo.

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  3. Me ha encantado, y honestamente, tambien me he reido un montón. Yo por si acaso no volveré a reirme de Cupido.

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