lunes, 15 de diciembre de 2008

El cuento del analfabeto.

Os voy a contar una breve historia que conozco gracias al escritor argentino Jorge Bucay y que me viene muy bien al pelo para sacarme en mal sabor de boca que me ha dejado mi experiencia dialéctica con ciertos estudiantes universitarios, a ellos les dedico la historia y que cada cual piense lo que quiera.
En una vieja aldea vivía un joven cuyo oficio era el de camarero en un lupanar, como quiera que el oficio era heredado de su padre y este a su vez del suyo, el joven nunca había necesitado cursar estudios por lo que era un analfabeto. Un día el lupanar fue comprado por una persona que queriéndole dar otro enfoque a las tareas de nuestro joven amigo le dijo; A partir de ahora quiero que me hagas las cuentas diarias de todos los gastos e ingresos del local y que me lo apuntes todo en una libreta, a lo que el joven respondió que eso era imposible porque no sabía leer ni escribir. Ante eso el nuevo dueño optó por despedirlo no sin antes entregarle una indemnización como compensación, el joven que no había hecho nada más en su vida que ser camarero en el lupanar, decidió empezar ahora que tenía tiempo, a arreglar ciertos desperfectos de su casa que siempre posponía para más adelante. Como no tenía herramientas y en la aldea no se podían comprar, se fue a la aldea vecina lo que le llevó un día entero pues carecía de mula para el viaje. Al volver con las herramientas un vecino se fijó en ellas y como le hacían falta le dijo al joven que se las compraba pues no tenía tiempo para ir él mismo a la otra aldea a por ellas, acordaron el precio que incluía un día entero de jornal, que era lo que perdería el joven en volver a por otras. Como disponía de más dinero al siguiente viaje se trajo más cosas pero se encontró con que había más vecinos dispuestos a comprarle lo que traía. Poco a poco el joven se fue dedicando a eso y pronto se pudo comprar una mula, luego dos, tres……….En cuestión de tiempo se hizo el hombre más rico de la aldea, hasta el punto que montó su propia ferretería primero y fábricas de herramientas después. Con el paso de los años, cuando ya era viejo sintió la necesidad de hacer algo por los más necesitados, por lo que donó para el pueblo (que había crecido gracias a él) el dinero para una escuela para que los niños no fueran analfabetos como era él. En el acto de presentación del edificio el alcalde en agradecimiento se empeñó en que firmara en el libro de honor del ayuntamiento, a lo que nuestro amigo se opuso explicando a los presentes que no sabía leer ni escribir, al principio se lo tomaron a guasa pero al ver que era verdad exclamaron al unísono: ¡Dios mío que sería de este hombre si llegase a saber leer y escribir! A lo que él respondió muy tranquilo; Sin duda seguiría de camarero en el lupanar.
Como digo viene esto a cuento de la experiencia de encontrarme con estudiantes que se piensan que todo aquel que no ha estudiado no sirve para nada. Ya veis que no es así y aunque la historia es ficticia está basada en muchos casos reales. ¡Animo pues y valor! Que la vida no se come a nadie que esté dispuesto a luchar por mejorar.

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